Golpe de Estado en Cuba del 4 de septiembre de 1933

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Golpe de Estado en Cuba del 4 de septiembre de 1933
Revolución de 1933
Fecha 4 de septiembre de 1933
Lugar Cuba
Resultado Victoria de los golpistas
Consecuencias Nuevo gobierno de la Pentarquía y Fulgencio Batista
Beligerantes
Bandera de Cuba.png
Sargentos y Partidos de la oposición
(Golpistas)
Bandera de Cuba.png
Ejército Nacional
(Gobierno)
Comandantes
Bandera de Cuba.png Fulgencio Batista
Bandera de Cuba.png Ramón Grau San Martín
Bandera de Cuba.png Carlos Prío Socarrás
Bandera de Cuba.pngCarlos Manuel de Céspedes y Quesada
Bandera de Cuba.png Julio Sanguily Echarte
Fuerzas en combate
Sargentos 20.000 (El Ejército no ofreció resistencia)
Bajas
0 0

El Ejército no ofreció resistencia. Las clases y soldados se pasaron a los golpistas. Los oficilaes se rebelaron luego durante el Combate del Hotel Nacional

El Golpe de Estado en Cuba de 1933, también llamado Revolución de los sargentos, o Revuelta de los sargentos, fue una sublevación exitosa de los sargentos y soldados del Ejército de Cuba el 4 de septiembre de 1933, de carácter revolucionario, contra los oficiales y el gobierno de Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, cuyo desgobierno amenazaba con aplacar la Revolución de 1933, siendo apoyado en este fin por Estados Unidos con las maniobras de la Mediación del Embajador Sumner Welles. Uno de sus líderes fue el sargento Fulgencio Batista, que desde entonces sería uno de los protagonistas de la política cubana hasta 1959. De facto se instaló un Gobierno revolucionario pequeño burgués como primer poder revolucionario en la historia de Cuba.

"Mucho se ha hablado, y de seguro se hablará más aún, sobre la revolución de las clases y soldados. El 4 de septiembre de 1933 será una fecha más en las turbulentas páginas de la historia de Cuba republicana, pero señalará una nueva ruta en las orientaciones políticas y en las cuestiones sociales que vienen ocupando la mente de las principales y más destacadas figuras de esta preciosa y sufrida isla, haciendo época por su carácter único, por su pureza, por su sencillez y por su modestia, con repercusión inmediata y permanente en los anales del mundo"


Fulgencio Batista

Tras la Revolución de 1933

La política autoritaria del general y Presidente Gerardo Machado (1871-1939) y la Crisis de 1929 sumieron a Cuba en una de las peores crisis económica y sociales de su historia. Se produjeron numerosas manifestaciones de estudiantes y trabajadores, y el descontento de todos los sectores, incluyendo al Ejército, aumentaba.

Como culminación, el 12 de agosto de 1933 se desató la Revolución de 1933. Fue declarada una huelga general revolucionaria, encabezada por Rubén Martínez Villena, que tambaleó al régimen. Machado buscó apoyo en las Fuerzas Armadas de Cuba, pero éstas le negaron su apoyo, a excepción de pocas unidades. Viendo esto, el Capitán Mario Torres Menier, sustituto de Sanguily como jefe de la Fuerza Aérea, le exige a Machado que abandonara el poder, bajo la amenaza de usar la aviación militar en su contra. El general Alberto Herrera Franchi, Jefe del Estado Mayor del Ejército desde mayo de 1933 por decreto de Machado, aunque con dudas, también se opuso al Presidente. Este fue uno de los momentos decisivos en la Revolución de 1933. Machado se vio entonces obligado a dimitir y abandonó Cuba el 13 de agosto de 1933, triunfando así la Revolución de 1933.

Tras la Revolución de 1933, quedó como presidente provisional Carlos Manuel de Céspedes y Quesada (hijo del Padre de la Patria), pero con un gobierno débil, que no satisfacía las perspectivas de la sociedad, que se dividía en tres tendencias de la Revolución del 33 contra Machado: el reformismo moderado con el Doctor Ramón Grau San Martín al frente, los revolucionarios radicales con Antonio Guiteras Holmes, y la derecha con el Ejército. Estas corrientes no estaban satisfechas con el gobierno de Céspedes, a quien veían como la continuación del de Machado, y porque además contaba con el apoyo de Estados Unidos, en contra de la revolución.

La oficialidad del Ejército también apoyaba la corriente que pretendía frenar la revolución del 33, y defender sus privilegios. En esta situación, los sargentos y soldados, que apoyaban la revolución pero no veían los cambios que satisfacieran sus demandas económico-sociales, comienzan a conspirar.

Así surge la Unión Militar Revolucionaria (también conocida como Junta de Defensa o Junta de los Ocho), con un núcleo de ocho militares conspiradores, dirigidos por el sargento mayor Pablo Rodríguez Silverio, del cuartel maestre de la tercera compañía, Batallón No 2 de infantería. Los otros miembros del grupo eran:

  • Sargento primero José Eleuterio Pedraza, de la primera compañía,
  • Sargento Manuel López Migoya, de la segunda compañía,
  • Sargento mayor Fulgencio Batista, taquígrafo del Sexto Distrito Militar de Columbia,
  • Sargento sanitario Juan Estévez Maynir, del Hospital Militar de Columbia,
  • Cabo Ángel Echeverría Salas, de la cuarta compañía del Batallón No 4,
  • Soldado Mario Alfonso Hernández, de la plana mayor del Batallón No 2 de infantería,
  • Soldado sanitario Ramón Cruz Vidal.

Fulgencio Batista entonces prestaba servicios como sargento taquígrafo en el Estado Mayor del Ejército (Distrito Militar de Columbia) y ya había advirtido, por entre los consejos de guerra contra conspiradores contra Machado, que su dictadura tenía los días contados. Ingresó en la organización revolucionaria opositora ABC Radical, y tras caer Machado fue uno de los líderes de las revueltas. Existe la versión además, de que a Batista lo invitaron a incorporarse a la Unión Militar Revolucionaria porque era el único sargento que tenía automóvil y los conspiradores necesitaban de un vehículo. En cualquier caso, se mostró luego como el más audaz entre ellos y el único líder.

Julio Sanguily Echarte, Jefe del Estado Mayor del Ejército en 1933

Este grupo elabora un documento dirigido al general Julio Sanguily Echarte, nuevo Jefe del Estado Mayor del Ejército, exigiendo entre otras cosas:

  • La depuración inmediata de las fuerzas armadas,
  • El castigo de aquellos militares que habían cometido crímenes durante el régimen de Gerardo Machado,
  • El requisito de servir menos de dos años en las Fuerzas Armadas antes de ingresar en la Escuela de Cadetes,
  • Modificar la ley de retiro militar, aumentando las pensiones.
  • No rebajar el sueldo.
  • Mejoras en el uniforme, como cambiar los incómodos sombreros anchos por las gorras de plato y aumentar dos botones a las guerreras.
  • Eliminar la práctica de usarlos como sirvientes de los oficiales.
  • Mejoras en la alimentación, entre otras demandas.

El pliego de demandas fue entregado al teniente coronel José Perdomo, Jefe del Sexto Distrito Militar, con sede en Columbia. Perdomo realizó algunas mejoras en el uniforme y alimentación, y pensando que aplacó a los sargentos, engavetó el proyecto.

Entonces Batista redactó otro documento, que fue aprobado por la Junta de los Ocho, en el cual se expresaba sobre la dignidad del soldado y la necesidad de atender sus solicitudes, así como el deber que tenía de insubordinarse si alguien atentaba contra su decoro. Este documento se hizo muy popular entre la tropa, circulando entre ellos. La Junta trató de publicarlo en la prensa o radio, pero los medios se negaron a hacerlo.

Mientras tanto, la situación seguía empeorando. En esos días fue asesinado el sargento Miguel Ángel Hernández (Cuerpo de Ingenieros), ultimado por policías machadistas en el Castillo de Atarés.

El 18 de agosto, en la despedida de duelo, Batista habló al público exigiendo "una revolución verdadera".

El 24 de agosto el Embajador Sumner Welles envia un telegrama al Presidente Roosevelt, en el que enfatiza "Cuba está en total proceso de desintegracion".

El 29 de agosto el presidente Céspedes designa al general retirado Armando Montes como Secretario de Guerra y Marina, incendiando aún más el malestar de los sargentos y soldados. Ellos recordaban bien, cómo bajo la presidencia de Alfredo Zayas (1921-25), Montes se había opuesto resueltamente a la «Ley de los Sargentos» (1923), que subía sueldos y agilizaba ascensos. Se hablaba de planes del nuevo Secretario para depurar y reorganizar el Ejército, y una inminente reducción de salarios a los militares.

Los sargentos decidieron no esperar más.

Desarrollo del Golpe de Estado

El Capitán Mario Torres Menier trató de frenar a Batista, sin éxito
Fulgencio Batista en Campamento Militar de Columbia días tras el golpe, 8 de septiembre de 1933

En la noche del 2 de septiembre los sargentos se reunieron en el Hospital Militar de Columbia. Allí acordaron que Pablo Rodríguez, como presidente del Club de Alistados, pidiera autorización al teniente coronel Perdomo para realizar una reunión en el Club de Alistados con el fin de discutir proyectos relacionados con su bienestar y correo. En realidad planeaban pronunciarse contra la eventual reducción de salarios, exigir el uso de gorras y botas iguales a las de los oficiales; y la supresión del servicio de los asistentes de oficiales, que eran usados por la oficialidad como criados.

El 3 de septiembre Pablo Rodríguez se entrevistó con el teniente coronel Perdomo y obtuvo su autorización para realizar la reunión en el Club de Alistados. Tras esto, Pablo partió hacia Matanzas, para contactar con los alistados de esa ciudad y recabar su apoyo. Esta circunstancia fue decisiva para Batista, pues Pablo era el único iniciador del Movimiento con suficiente popularidad para disputarle el liderazgo.

En la mañana del 4 de septiembre la tropa es llamada a reunirse en el Club de Alistados del Campamento Militar de Columbia, con Batista como dirigente.

Al mismo tiempo llegó a Columbia el capitán Mario Torres Menier, recién designado Jefe del Cuerpo de Aviación del Ejército y ex oficial Ejecutivo (sustituto) del ahora Jefe del Ejército Julio Sanguily Echarte. Torres Menier fue a la jefatura de Columbia a ver a su jefe, el teniente coronel José Perdomo. Sanguily, ya preocupado por el nivel la agitación de los sargentos esos días, le había encomendado a Menier ir a verlos y recibir sus peticiones. Pero Perdomo se mostró apático. Recién había sido relevado como jefe de Columbia y sustituído provisionalmente por el comandante Antonio Pineda, y debía partir pronto para Santiago de Cuba a su nuevo cargo. Perdomo tranquilizó a Torres Menier: Esa reunión, que no tiene la mayor importancia, está autorizada; es más, me parece que los “muchachos” hacen bien en plantear sus demandas», le dijo. Agregó, que poco antes conversó com Batista, y al conocer las quejas de los soldados le respondió, que no quería seguir siendo el teniente coronel Perdomo, sino el sargento Perdomo.

Sin embargo, el Capitán Torres Menier insistió en ir a ver a los sargentos que se iban a reunir, y se fue al Club de Alistados, que ya estaba lleno de soldados y sargentos.

Batista acababa de entrar a Columbia. Al llegar al Club, varios sargentos salieron a su paso y le dijeron alarmados, que allí también estaba Mario Torres Menier, quien lo estaba buscando en el portal. Todos se dirigen hacia el lugar de la reunión, pero se desconocía la razón de la inoportuna presencia del Capitán Torres Menier en aquel lugar en momento tan crítico y culminante. Resultó ser, que el Cabo Capote, imbuido de las mejores intenciones había invitado a Torres Menier a la reunión, para que participara y se uniera al movimiento.

Batista, sin amilanarse, va al encuentro de Torres Menier, que estaba parado en las afueras del Club de Alistados. En posición de atención Batista lo saluda, y respetuosamente se pone a sus órdenes. Torres Menier le responde que ha sido informado que se produciría esta reunion y él quería saber de qué se trataba. Batista con firmeza le pide que pase al Club para continuar la conversación.

Adentro ya estaba el grupo de sargentos, cabos y soldados comprometidos en el movimiento sedicioso. Mientras tanto, la noticia de lo que estaba ocurriendo en el Club de Alistados se fue esparciendo por todas las unidades militares en el Campamento Militar de Columbia, haciendo que todos acudieran presurosos al lugar de reunión.

Es entonces que se produce un careo entre Torres Menier y Batista. Éste, primero cauteloso, habló sobre su esposa y su hijita, por las que, dijo, velaba al igual que lo hacían por sus familiares el resto de los allí reunidos, y siguió dándole vueltas a la conversación sin querer revelarle el objetivo de la reunión. Hasta que se oye una voz muy sonora del soldado Mario Alfonso Hernández que grita:

"Batista, está bueno ya de hablar mierda y habla de los asuntos que nos trajeron aquí"

Entonces Batista empieza a hablar del maltrato a los soldados y de la tensión en que se vivía por el estado de anarquía. Pide aclarar si les reducirán los sueldos. Torres dice que no. Sigue con reivindicaciones y otros reclamos clasistas, discute con Torres Menier. Empiezan a excitarse los ánimos y la multitud a gritar: "!Viva Batista!. ¡Viva el Sargento Batista!".

En ese preciso momento se confirmó su liderazgo.

Torres Menier contrariado se va del local, pero vuelve acompañado con varios oficiales. Éstos tratan de mediar entre Torres Menier y Batista, pero éste se niega a aceptar las propuestas de los oficiales. Torres Menier entonces le pide a Batista que elaborara un pliego con las demandas, para entregarlo al general Julio Sanguily Echarte, y se retira a esperar el documento que esa misma tarde le harían llegar. Este documento nunca se llegó a presentar.

Pero Batista vio la contrariedad de Torres Menier y los oficiales, y pensó que este documento sería usado en su contra por los oficiales, y comenzó a ordenar a los sagentos a tomar posiciones en el campamento y convocar a una reunión ampliada con aliados de otras unidades, para la noche.

Al salir Torres Menier, Batista junto a otros miembros de la Junta de los Ocho se fue a ver al coronel Blas Hernández, para solicitarle el apoyo de sus hombres al movimiento revolucionario. Luego el grupo pasan por la casa de Batista en el cuchillo de Toyo, donde su esposa Elisa les preparó el almuerzo. Durante la conversación Elisa les comentó que por la radio hablaron sobre "algo" que había sucedido en Columbia, pero que ya se había resuelto.

Batista y sus compañeros de la Junta Revolucionaria regresaron a Columbia, donde citaron a nombre de la Junta a todas las unidades para reunirse a las 8 de la noche en el cine del campamento de Columbia, que tenía mayor capacidad que el Club de Alistados. Allí se reunieron 800 militares, incluyendo a representantes de otras unidades de La Habana, Matanzas, y la Marina de Guerra, y algunos pocos oficiales como Francisco Tabernillas.

Batista dirigió la reunión, y con decisión declaró:

"¡Basta ya! Desde este momento los alistados nos hacemos cargo de la situación. Los señores oficiales pueden retirarse a sus casas y esperar órdenes".

Agregó que no se obedecerían más órdenes que las suyas, y enseguida comenzó a dar órdenes a los sargentos y soldados, para que inmediatamente tomaran el poder. Los sargentos primeros debían tomar el control de sus unidades respectivas. Sus compañeros tenían instrucciones precisas de no aceptar ordenes de oficiales, ni permitir que oficiales las impartieran. Así mismo los oficiales quedaban bajo estricta observación sin estar detenidos, pidiendo para éstos pidió respeto y consideración. Dijo a sus compañeros: "Ahora vayan a sus unidades, tomen las armas y manténganse dentro de la mayor disciplina hasta que reciban de mí las órdenes que dicte el nuevo Estado Mayor".

Batista mismo de inmediato toma la jefatura de Columbia y ocupa el despacho del jefe. Allí comienza a ponerse en contacto con el resto de unidades militares del país, urgiéndolas a apoyar el golpe. Tras arreglar este apoyo, le encarga al sargento José Pedraza velar por el Campamento de Columbia, y sale al Batallón de Infantería en Maestranza. Allí varios de sus compañeros se niegan unirse al movimiento y Batista ordena a su amigo el Cabo Oscar Díaz reunir el batallón, el cual arenga para que se una a su movimiento haciéndole la oferta de entregar mejores botas y publicó un manifiesto para conocimiento general. Tras los anteriores movimientos de Batista, éste se convierte en el líder indiscutido de la que sería denominada "Revuelta de los Sargentos".

El Séptimo Distrito Militar, de las fuerzas de artillería y cuya jefatura se encontraba en la Fortaleza de la Cabaña, se sumó a la sublevación de inmediato. Un grupo de sargentos se hizo cargo del cuartel de San Ambrosio, donde estaban la administración de ejército y sus principales talleres. El Quinto Distrito Militar, sito en la calle Dragones y que controlaba el castillo de Atarés, fue tomado por un solo sargento. A las 2:00 de las madrugada del día 5 de septiembre los sublevados ya controlaban La Habana y otro tanto sucedía en el interior de la Isla. El golpe había sido totalmente incruento, pues ni las autoridades civiles, ni los oficiales ofrecieron resistencia.

Las Fuerzas Armadas estaban comandadas ahora por suboficiales. Muchos oficiales se retiraron de los cuarteles sin problema, pero otros fueron detenidos en las instalaciones militares. Ante tan insólita situación en las filas, los oficiales no podían creer que un golpe contra ellos podría tener éxito y no organizaron ninguna clase de oposición o resistencia.

El jefe de Policía en la Habana, Capitán Botiful fue detenido y reemplazado por el Capitán del Ejército Emilio Laurent Dubet.

Incorporación de los civiles al Golpe

A las 10 de la noche del 4 de septiembre comienzan a llegar al Campamento de Columbia los primeros elementos civiles. Eran miembros de organizaciones revolucionarias como Ramiro Valdés Daussá de "Pro Ley y Justicia"; Carlos Prío Socarrás, Rubén de León, "Pepelín" Leyva y "Willy" Barrientos del Directorio Estudiantil Universitario (DEU); del ABC Radical, los profesores universitarios Ramón Grau San Martín (de medicina), Guillermo Portela (de Derecho) y José Miguel Irisarri, el exteniente Emilio Laurent, entre otros.

Primeramente no pudieron entrar, porque los guardias, tachándolos de politiqueros, se lo impidieron. Luego pudieron entrar y hablar con Fulgencio Batista, quien había asumido la jefatura del movimiento ante la ausencia de Pablo Rodríguez. Éste pidió que también se le avisara al periodista Sergio Carbó, director de la revista La Semana. Leyva fue a avisarle a su casa de 17 e I, en el Vedado. Tocó el timbre de la puerta de los bajos, y cuando Carbó se asomó al balcón, le gritó desde la acera, que Batista le pedía que fuera a Columbia porque ya el golpe estaba andando. Carbó asombrado le dice:

"¡Oiga, ¿usted sabe lo que me está diciendo?», y Leyva le responde:


"Bueno, si quiere va y si no, no va. Ya yo se lo dije".

Al grupo los unía su rechazo al débil gobierno del presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, y a la mediación ingerencista del Embajador de Estados Unidos, que estos días de desórdenes mantenían en la Bahía de La Habana dos buques de guerra con los cañones desenfundados, e infantería de marina a bordo lista para desembarcar.

Carlos Prío Socarrás propuso a los militares dar contenido político al movimiento y tomar el poder, alegando que la lista de demandas de los alistados, que seguía aumentando, no era más que expresión de una rebeldía sin contenido político.

Batista y sus compañeros aceptan el programa del Directorio Revolucionario. Militares y civiles se unen entonces en la llamada Agrupación Revolucionaria de Cuba (ARC) (también llamada Junta Revolucionaria de Columbia), presidida por Carlos Prío Socarrás. El primer acuerdo de los reunidos fue que Sergio Carbó, quien había llegado a Columbia a petición de Batista, redactara un documento que conjugara las aspiraciones de la Junta de los Ocho (en nombre del Ejército) y el Directorio Estudiantil Universitario.

La "Proclama de la Revolución al pueblo de Cuba" fue firmada por 19 cubanos: casi todos los civiles presentes, entre ellos, Carlos Prío Socarrás, Rafael García Bárcenas, Carlos Hevia, Gustavo Cuervo Rubio, Sergio Carbó; y por un único militar, Fulgencio Batista, como "Sargento Jefe de las Fuerzas Armadas de la República".

La Proclama convocaba a derrocar al presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada "Por considerar que el actual Gobierno no responde a la demanda urgente de la Revolución, no obstante la buena fe y el patriotismo de sus componentes, la Agrupación se hace cargo de las riendas del poder como Gobierno Provisional Revolucionario, que reasignará el mando sagrado que le confiere el pueblo tan pronto la Asamblea Constituyente, que se ha de convocar, designe el Gobierno constitucional que regirá nuestros destinos hasta las primeras elecciones generales".

En su punto 6 el documento aseveraba tomar el camino para la creación de una nueva Cuba asentada en el derecho y la democracia moderna. La Agrupación, decía el documento, surgía para impulsar, de manera integral, las reivindicaciones revolucionarias por las que luchaba el pueblo de Cuba dentro de líneas amplias de democracia y sobre principios de soberanía nacional. Esas reivindicaciones eran la reconstrucción económica de la nación, la convocatoria de una asamblea constituyente, el castigo de los grandes culpables de la dictadura machadista y el respeto a las deudas contraídas por la República.

El DEU propone una dirección colegiada de cinco personas, la Comisión Ejecutiva (que después se denominaría popularmente la Pentarquía), para evitar el caudillismo. Propuso cuatro nombres para integrarla: Sergio Carbó, José Miguel Irisarrim y dos profesores: Ramón Grau San Martín y Guillermo Portela.

Irisarri propuso que Batista fuera el quinto pentarca. Pero el prudente sargento dijo que prefería mantenerse en el Ejército. Batista aseguró que el Ejército y la Marina acordaban apoyar el Gobierno que decidiera la Agrupación. Hubo dos propuestas más: Carlos de la Torre (científico), y el banquero Porfirio Franca, que ganó por mayoría.

Queda así establecido el 5 de septiembre de 1933, el primer gobierno revolucionario en la historia de Cuba. Un gobierno propio, revolucionario, popular con el respaldo de buena parte de la población y sin el beneplácito de Washington, ni la intervención de la Embajada estadounidense, y sin políticos.

Mientras tanto, en esa madrugada del 4 al 5 de septiembre, todas las unidades militares del país van uniéndose al movimiento, sin ningún derramamiento de sangre.

Al amanecer del 5 de septiembre fue dictada en el campamento de Columbia la Orden General No 1, en la cual los principales dirigentes de la Junta de los Ocho anunciaban a los soldados y la nación que asumían el mando del éjercito en nombre de la revolución:

"Se hace saber para general conocimiento que habiéndose constituido el movimiento revolucionario, su cuerpo directivo de este mando queda constituido de la siguiente manera:

Jefe del movimiento.... Fulgencio Batista

Jefe del puesto....Pablo Rodríguez Silverio

Ayudante del Jefe....Ignacio Galíndez

Ayudante del puesto....Manuel López Migoya"

De esta manera Fulgencio Batista relegó a Pablo Rodríguez como líder de la Junta de los Ocho a un segundo plano. Aunque Pablo Rodríguez aparecía como jefe de la principal guarnición militar del país (Columbia), los hombres que le rodeaban eran leales a Batista.

A las 7 de la mañana los cinco miembros de la Pentarquía realizaron su primera reunión en pantry del Club de Oficiales de Columbia, e inmediatamente decidieron entrevistarse con el Presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, para anunciarle su deposición.

Deposición del Presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada

El presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada fue depuesto.

Céspedes mientras tanto, se encontraba aún el día 4 de septiembre recorriendo las provincias de Matanzas y Las Villas, que días antes habían sufrido el azote de un fuerte ciclón.

Durante el viaje, fue informado de la sublevación de los sargentos, y regresó a La Habana inmediatamente en la madrugada.

El 5 de septiembre a las 11 de la mañana Céspedes paró en el poblado de San Francisco de Paula, donde su secretario particular le actualizó sobre lo que estaba sucediendo y le transmitió un mensaje del embajador norteamricano:

"Dice Summer Welles, que no haga nada hasta que no hable con él"

Siguió al Palacio Presidencial, donde la prensa lo esperaba para comentar el Golpe, pero Céspedes sólo atinó a hablar de otro tema: "El ciclón ha sido una verdadera catástrofe", y enseguida subió a su despacho con algunos ministros.

Al mediodía llegaron al Palacio los sublevados desde Columbia. Formaban la delegación el nuevo gobierno de la Pentarquía, junto al sargento mayor Fulgencio Batista y varios miembros del DEU. Prío, que acudió a Palacio en mangas de camisa, había tenido que pedir una chaqueta prestada. Céspedes los recibe.

El pentarca Ramón Grau San Martín le comunicó que había sido depuesto por un golpe militar revolucionario y que la Agrupación Revolucionaria de Cuba se hacía cargo de todos los poderes de la Repúblicas desde ese mismo momento. Grau le dice:

"Señor, hemos venido a recibir de usted el gobierno de la nación"

Tras un intercambio de frases entre el presidente en funciones y el profesor de Fisiología, Céspedes exclama:

"Bien, doctor Grau, ¿se han dado cuenta ustedes de la responsabilidad que contraen ante el pueblo de Cuba y ante la historia?”.

El aludido sonríe burlonamente:

"Hace años, señor, que hemos cumplido la mayoría de edad"

Céspedes no opuso resistencia y acompañado por el presidente de la Agrupación Revolucionaria de Cuba, Carlos Prío Socarrás abandonó el Palacio, aunque sin renunciar. Desde ese momento se retiró de la vida pública para siempre.

Consecuencias del golpe

A partir del 4 de septiembre, el Ejército de Cuba se erige como la fuerza decisiva en la vida del país, y como garantía de estabilidad y progreso. Sin embargo, también abre una etapa de militarismo en la sociedad, e ingerencia del Ejército en los asuntos civiles.

El 8 de septiembre el miembro de la Pentarquía y su Secretario de Guerra y Marina, el periodista Sergio Carbó y Morera (1891–1971), ascendió por iniciativa propia a Fulgencio Batista de sargento mayor a Coronel y lo designa al puesto de jefe de las Fuerzas Armadas. Así se legalizaba su ya indiscutible liderazgo en la Fuerzas Armadas de Cuba, y desde entonces se convirtió en el "hombre fuerte" del país por largos años.

Todos los oficiales fueron licenciados del Ejército, como Mario Torres Menier, destituído además como jefe de la Fuerza Aérea.

En Embajador de Estados Unidos Sumner Welles, al conocer la noticia del Golpe de Estado, queda estupefacto. Toda su estrategia injerencista había sido hecho trizas en una noche. Se ha instalado un Gobierno revolucionario pequeño burgués de facto como primer poder revolucionario en la historia de Cuba. Muy asustado, Welles se comunicó con el Secretario de Estado solicitando el envío inmediato de buques de guerra a los puertos cubanos.

Sorpresivamente, Welles recibió el mismo día 5 la visita del Sargento Batista en el Hotel Nacional, acompañado de otro sargento (la primera entre muchas entrevistas posteriores), para manifestarle las intenciones de buenas relaciones e indagar sobre la actitud del gobierno norteamericano ante la instalación del llamado grupo revolucionario. Welles les respondió que no tenía comentarios pero como buen diplomático, dejó la puerta abierta a futuras reuniones. El pánico que lo había sobrecogido, le llevó en hacer una llamada urgente para que todos los ciudadanos de los Estados Unidos se refugiaran en céntrico Hotel Nacional de la Habana donde llegaron asustadas, más de 150 familias estadounidenses a buscar refugio. Batista por su parte, una vez que conoció el rechazo de Welles hacia la administración cubana, comenzó a inclinarse hacia una posición que le asegurara los logros alcanzados.

El 2 de octubre de 1933 los oficiales machadistas se sublevaron y se refugiaron en el Hotel Nacional. Allí fueron asaltados y aplastados por la tropa de Batista, quien aumentó así su poder y aparecía ante los ojos de Sumner Welles como un hombre fuerte en el cual se podía apoyar. Entonces Welles lo instó a luchar contra la oposición de izquierdas

La Pentarquía fue sucedida en el poder por Ramón Grau San Martín, cuyo gobierno reformista y con revolucionarios como Antonio Guiteras, no fue reconocido por los Estados Unidos. El 15 de enero de 1934 Batista, con el apoyo de Welles, obliga a Grau a dimitir, y éste se va al exilio, acompañado por una inmensa multitud habanera.

A partir de entonces, Batista, como jefe de las fuerzas armadas, aumentaría su poder con diversas leyes, incluyendo hasta la facultad de actuar primero por sí sólo «en caso de guerra o de grave alteración del orden público» y sólo después dar cuenta al Presidente de la República. Sobre la base del Decreto 408 (Gaceta Oficial, febrero 9 de 1934), Batista organizaría el Ejército Constitucional de Cuba para consagrar su «revolución verdadera», instaurando sus propios símbolos del "4 de septiembre" como bandera, medalla, y hasta himno del 4 de septiembre. Su primera estrofa cantaba:

Que termine el bregar fratricida

y que Cuba no vierta más llanto;

que su Ejército fiel, entre tanto,

por su vida y honor velará.

Así dijo, en septiembre, un sargento

en la fecha del cuatro glorioso

y, en un gesto viril y grandioso,

el destino de Cuba cambió.

El Regimiento 6 de Columbia se rebautizó como "Cuatro de Septiembre" y esta fecha se estableció como el "Día del Soldado y del Marino Constitucional".

El 4 de septiembre y Fidel Castro

El ejemplo del 4 de septiembre sirvió a Fidel Castro al planear el Asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1956, cuando vistió a sus hombres de sargentos del Ejército, para tratar de confundir a los militares haciéndoles creer que se trataba de efectivos propios como durante el 4 de septiembre:

"Si hubiéramos tomado el Moncada derrocamos a Batista ... Todos fuimos vestidos de sargentos, simulando el antecedente del golpe de Estado de los sargentos, dirigidos precisamente por Batista en el año 1933 ... Si cae el Moncada, tres mil armas para nosotros… Primero, éramos «sargentos». Una proclama de «sargentos sublevados» para sembrar el caos [con] una «rebelión de los sargentos» [que tenía] antecedente muy nítido y único en la República de Cuba. Invertiríamos 3 o 4 horas en despistar"
Fidel Castro habla al pueblo de Santa Clara el 6 de enero de 1959, negando al papel del 4 de septiembre

Por lo demás, Fidel Castro no reconoció el papel revolucionario del movimiento del 4 de septiembre, un papel que pretende monopolizar en la historia de Cuba. En una de sus primeras apariciones públicas tras la huída de Fulgencio Batista, el líder de los rebeldes antepone su revolución a la del 4 de septiembre, en un discurso el 6 de enero de 1959 en Santa Clara, de camino hacia La Habana, y la minimiza:

"Y esa es la primera base de la Revolución. Porque aquí, ¿qué pasó con el machadato? ¿Que hubo una revolución? Yo he oído a mucha gente hablar de la revolución, la revolución, pero ¿qué revolución? ¿Qué pasó? Pues pasó lo que quiso hacer Cantillo aquí el otro día, si nosotros le hubiésemos dado oportunidad (APLAUSOS); pasó porque el general Herrera, uno de sus generales, le dijo a Machado que se fuera y puso a un Carlos Manuel de Céspedes allí, un Carlos Manuel de Céspedes que instauró un gobierno allí, descolorido por completo. Y entonces, ¿qué pasó? Aquello no era una revolución, duró unos cuantos días nada más, y el 4 de septiembre vienen los soldados, se alzan contra los oficiales, y se quedan con el poder en la mano. ¿Eso es lo que dicen que es revolución? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) No. Los sargentos se alzaron, apresaron a los oficiales y tomaron ellos el poder. Tenían los fusiles en la mano, el pueblo no tenía nada; dejaron a algunos que siguieran con su revólver por la calle los primeros días, y después se los fueron quitando uno a uno. ¿Y qué hicieron? Que cuando el gobierno revolucionario llevaba tres meses, cuando el gobierno revolucionario empezaba a realizar su tarea, se reunieron sargentos —Pedraza, Batista y compañía—, y quitaron al gobierno revolucionario. Once años estuvimos soportando a Batista aquí. Dieron unas elecciones en el año 1944; después de la guerra mundial, hay una corriente de opinión internacional a favor de la democracia y Batista —no es que se vaya— se repliega; deja sus amigos en Columbia y en la Cabaña, esperó a que se desprestigiara un poquito el Poder Civil, y volvió, se instaló en Columbia y empezó a dar órdenes tranquilamente, ¡y se acabó! Siete años de tiranía, ¡pero por fortuna los últimos! (APLAUSOS) Porque los hombres que van a tener los fusiles de ahora en adelante no son amigos de nadie. Y yo empiezo por decir que no tendré más amigos que aquel que cumpla con su deber (APLAUSOS); que jamás apañaré abusos y sinvergüencerías."

La posibilidad de que el Ejército repitiera un golpe de estado influyó desde el 4 de septiembre en todos los gobiernos posteriores, quienes trataron de controlar al Ejército sustituyendo a sus jefes.

Fidel Castro erradicó este peligro de forma radical, disolviendo totalmente al Ejército en 1959 y sustituyéndolo por su Ejército Rebelde, el que a su vez sería controlado por el nuevo Partido Comunista de Cuba a través de sus "trabajadores políticos", y los servicios de seguridad del régimen.


Ver también

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